Los resultados de las recientes elecciones europeas representan una nueva etapa para la Unión Europea, oxigenada una vez más por la ciudadanía, ante la innegable ruptura del bipartidismo que ha dado paso a dos fuerzas infrarrepresentadas diversificando el espectro político, que influirán significativamente tanto en la agenda como en la estructuración, en una coyuntura donde los populismos euroescépticos amenazan con expandirse y mermar el proyecto.
La Europa de los aún 28 celebró las novenas elecciones al Parlamento Europeo. Los tan esperados pero temidos comicios realizados entre el 23 y 26 facultaron la renovación cd los 751 funcionarios que ocuparán la Euro cámara los próximos cinco años; con la impresión de que estos resultados finales marcarán significativamente el rumbo de la construcción del proyecto comunitario. Sin embargo, paralelamente los resultados en algunos Estados miembros también han sido utilizados como una especie de plebiscito para determinar la legitimidad de algunos gobiernos y palpar el auge de los partidos políticos populistas, que abanderan un discurso nacionalista y euroescéptico que amenaza la convivencia de la región.
El escrutinio se completó con una participación de 64.30%, evidentemente mayor si comparamos con el 45.83% de 2014, tales resultados determinaron un hito en la historia democrática de la UE, es decir, el evidente descenso de los dos principales grupos políticos que mantenían un pacto hegemónico desde hace décadas, los Social Demócratas y Populares, suceso que ha dado paso a fuerzas secundarias poco representadas en el hemiciclo, como los Liberales y Verdes, aumentando su participación en comparación con los resultados de 2014 respectivamente. Para el caso el grupo de los populares EPP obtuvo 179 escaños (42 menos que en las elecciones anteriores), seguidamente el grupo de los social demócratas S&D con 153, 38 menos; a diferencia los liberales se posicionan como la tercera fuerza con 38 más situándose en los 105 escaños, por otro lado los verdes GREEN/EFA que obtuvieron 19 más, logrando 69 parlamentarios; lo cual deja un margen complejo para la conformación de una mayoría absoluta de 376.
En un segundo bloque los tres grupos euroescépticos: El Grupo de los Conservadores y Reformistas ECR obtuvo 63, el Grupo de las Naciones y la Libertad ENF con 58 y el Grupo de la Europa de la Libertad y la Democracia Directa EFDD con 54; por último la izquierda logró 38 escaños y 24 eurodiputados se situaron en la categoría de otros al no pertenecer a ningún grupo de los anteriores. Un escenario político diverso e inclusivo, pero obligados al diálogo y entendimiento en la toma de decisiones para las principales fuerzas políticas, a pesar que los partidos logran 175 escaños no es suficiente para ejecutar bloqueos en la Euro cámara, como se temía.
En una segunda lectura unitaria países como Francia, Italia y Reino Unido son objeto de preocupación, con motivo del aumento de los apoyos a partidos políticos euroescépticos: Francia, el Partido La Republica en Marcha liderado por el Presidente Emmanuel Macron ha sido relegado al segundo lugar con un 22.4%, con la irrupción del partido liderado por Marine Le Pen Agrupación Nacional RN que logró el 23.3% de los votos; En Italia el Partido La Liga del Viceministro Mateo Salvini logra un apoyo del 34. 33% superponiéndose al Partido Movimiento Cinco Estrellas; Por otro lado, en el Reino Unido el partido del Brexit legitima su proyecto de salida con el 30.5%, a pesar de que no se vislumbra una salida con acuerdo tras más de dos años de negociaciones.
La problemática que se presenta responde a la relación inversamente proporcional de la política europea y nacional, en la que los partidos de representación nacional se representan ante la Euro cámara en bloques que influyen directamente en los trabajos de las instituciones. En ese sentido el auge de los partidos contrarios a la unión y favorecedores de la división a través de fronteras, tienen la característica común de pretender solucionar problemas tan complejos a través de medidas incipientes que promueven la Europa de las fronteras, la promoción de políticas proteccionistas contrarias a los nuevos tiempos de la globalización que marcan la apertura al comercio mundial; la propagación de ideas xenófobas antiinmigrantes que escalan de una manera vertiginosa y que culminan con la fracturación de las sociedades. Ideas que amenazan con el desmontaje de la organización con gran peso político en la escena mundial.
Europa debe conservar el proyecto común, que ha consolidado una región de paz, seguridad libertad, democracia y progreso. Los líderes políticos deberán reflexionar sobre los diversos escenarios que se forman en el horizonte político, valorar y entender los mensajes que los ciudadanos les transmiten a través del sufragio, sopesando las principales políticas que influyan directamente en los colectivos, políticas que aborden la desigualdad económica, la responsabilidad medioambiental, los retos tecnológicos y comunicacionales, la migración junto con el déficit demográfico cada vez más crónico y real, es decir medidas sociales a nivel regional y nacional que contrarresten las necesidades principales de los ciudadanos más vulnerables.
La Unión Europea como organización sui generis inspira a muchos procesos de integración en el mundo, su nacimiento en los años cincuenta logro reconciliar a los pueblos históricamente enfrentados y que ha garantizado la paz desde entonces, su cometido reconocido con el Premio Nobel de la Paz en 2012, este hecho debe ser reconocido por sus ciudadanos para al menos no repetir la historia de guerras y discordia de una Europa dividida.
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