La elección de Jair Bolsonaro en Brasil el día 28 de octubre de 2018, reafirmó un proceso político y social que se va produciendo paulatinamente, pero con fuerza, en Sudamérica y en América Latina en general.
Este proceso, tiene como eje central el establecimiento de un foco político de derecha en el cono sur de américa, que termina por derrocar el traspaso de una “idea” de unidad continental que se había fijado, hace unos años atrás, entorno al socialismo y multiculturalismo. Ahora, se posiciona una unidad en torno al neoliberalismo y la mantención del bienestar económico personal.
Cuando se habla de “derecha”, se refiere a gobiernos que se caracterizan por posturas claras e intransigentes: la religión judeo-cristiana como estandarte, el apoyo de las fuerzas armadas, el modelo neoliberal como bandera, la postura opositora a los movimientos sociales genuinos, la sustitución de manufacturas nacionales por el comercio expansionista y transnacional, discursos nacionalistas, desapego a los nuevos discursos inclusivos, nostalgia por las dictaduras militares de los 70s, entre otras.
La pregunta que cabe hacerse es: por qué América del Sur da un vuelco tan grande en tan pocos años? Recordando que hace diez años, aproximadamente, en los países sudamericanos lideraban políticos como Rafael Correa en Ecuador, Hugo Chávez en Venezuela, Evo Morales en Bolivia, los kirchner en Argentina, LuLa en Brasil, José Mujica en Uruguay y Michelle Bachelet en Chile. Todos gobiernos afiliados al pensamiento socialista y con relaciones a los movimientos sociales que lograron acabar con las dictaduras militares del cono sur.
La respuesta más lógica que se puede encontrar, va de la mano con los escándalos de corrupción que han realizado algunos de estos países, a saber, el escándalo de la constructora (grupo empresarial) OAS en Brasil, los polémicos “cuadernos de corrupción” en Argentina, el caso CAVAL en Chile, que involucra al hijo de la presidenta y la nula respuesta que ha presentado Nicolas Maduro a la situación de su país; todo ello, complica el panorama para la izquierda sudamericana.
Pero son los escándalos de corrupción los motivadores del nuevo “derechismo sudamericano”? A todas luces no. Ejemplo de eso, son algunas situaciones que han tenido presidentes electos que están o estuvieron en casos similares. A la luz, está lo sucedido con el presidente peruano P.P. Kuczynski acusado de recibir dinero de la empresa Odebrecht y que le costó el cargo, o aquellos casos de manejo de influencias y uso de información privilegiada por parte de Sebastián piñera en Chile, donde fue multado con 524.000 dólares en 2007 por la compra de acciones de la empresa LAN Airlines S.A. que no melló su elección en 2010 ni menos para su reelección en 2018 (este es uno de varios casos que complicaron al presidente chileno).
Los motivos que más nos hacen sentido para el giro hacia la derecha son dos: el retorno al occidente de los grupos políticos de ultraderecha y el miedo a una nueva Venezuela.
La elección de un gobierno de derecha supone, en primeros términos, que la ley será aplicada de manera dura y sin discriminar. El clima de violencia e inseguridad que se crea en los países sudamericanos productos del narcotráfico y los robos con violencia, hace que la ciudadanía enfoque su bienestar en un proteccionismo casi feudal y si a eso se le suma medidas de liberación económica constante, se ofrece el menú preferido para el nuevo ciudadano sudamericano: pobre y con pensamientos de rico. En donde ganar un bienestar personal supera al bienestar común. Esto explicaría en parte, cosas tan absurdas como el voto pobre en favor de Bolsonaro, un personaje marcado por su discurso neofascista.
Así mismo, la situación en Venezuela no ayudó en nada a consolidar el modelo socialista de gobierno. Las masivas migraciones de venezolanos dentro del continente han generado un clima de miedo y descontrol; ya que, la migración interna en Sudamérica siempre estuvo ligada a las naciones vecinas (paraguayos y bolivianos a Argentina, peruanos a Chile, etc). Pero ahora la inmigración no mide kilómetros. Este nuevo movimiento de personas, genera una expansión de boca a boca de la situación venezolana, dando una mirada cualitativa sobre el problema de un gobierno socialista, lo que genera por consecuencia, una mirada positiva hacia los gobiernos de derecha.
Por otro lado, se genera una disyuntiva entorno a esta migración, ya que, la gran mayoría de venezolanos que han llegado a Chile posee estudios universitarios, incluyendo pos títulos y posgrados (a pesar de que no ejerzan necesariamente esa profesión en su llegada). Muchos de ellos, estudiaron bajo el manto del socialismo, sin embargo es en Chile, país en donde el neoliberalismo es un monstruo sin control, en donde pueden desarrollarse como el ciudadano hiperconsumista que promueve el modelo occidental de mercado. Nuevamente buscando un bienestar ilusorio en la economía.
Lo que importa en esta nueva Sudamérica es el bienestar personal, sin miedo a las consecuencias. Procesos conocidos en América, han vuelto con fuerza y masividad. Bueno o peligroso, es una realidad. Queda ver, cuál será la respuesta de la izquierda sudamericana: si mantenerse como oposición por unos años o arremeter con movimientos sociales y nuevas alianzas internacionales. A todas luces, Sudamérica es más que nunca hoy el patio trasero de EEUU.
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